El amor romántico, como significado social, no encierra una serie de ideales universales sobre la cooperación entre hombres y mujeres como realización socialmente aceptable o noble de las pulsiones sexuales. Estas formas de realización están cargadas de símbolos asimétricamente distribuidos que reproducen el mandato de género y el mandato de pares. Por ejemplo: pese a que la fidelidad sexual es uno de sus elementos, no se manifiesta de la misma forma para los varones que para las mujeres. Mientras que la infidelidad masculina es tenida por mero defecto de carácter ante la que muchas mujeres se resignan, la infidelidad femenina es concebida como algo aborrecible que no sólo degrada categóricamente a la mujer, sino que afecta también la honra del varón. No por nada ser una mujer engañada suscita indiferencia o lástima, mientras que ser un varón engañado es motivo de burla.
La labor del Estado: prevenir, proteger, reparar La labor de prevención que está obligado a cumplir el Estado, no se circunscribe al marco jurídico nacional e internacional. Si bien la existencia de una legislación que sancione la discriminación y la violencia contra la mujer constituye un paso esencial, pretender que este único avance sea un aval del compromiso del Estado, ha demostrado ser una falacia. Convertir las palabras en realidad es el siguiente paso, y en este sentido, uno de los aspectos imprescindibles es el cumplimiento de la debida diligencia. Sobre este particular, la CEDAW ha señalado que los Estados podrían ser responsables por los actos de violencia contra la mujer cometidos por particulares. “si no adoptan medidas con la diligencia debida para impedir la violación de los derechos o para investigar y castigar los actos de violencia e indemnizar a las víctimas”. No se limita entonces a presentar una ley, ni a crear organismos e instituciones con nombres femeninos, sino...
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